Reseña II:

COLUMNISTAS
Guillermo Pérez

¿Menos católicos?

¿Se están acabando los católicos? No lo creo, pues la devoción de los fieles en la pasada Semana Santa demostró que Colombia sigue siendo bastión católico. Pero las cifras no mienten: unos cinco millones de personas se han pasado en los últimos años de la religión tradicional a las nuevas iglesias que proliferan a lo largo y ancho de Colombia. Y también por todas las ciudades latinoamericanas, que se ven invadidas por bautistas, luteranos, anglicanos y toda clase de protestantes, además de uno que otro mahometano.
En Bogotá, por ejemplo, el número de templos de otras religiones ya superó ampliamente el de católicos. En todos los barrios, sean de estrato uno o del elegante estrato seis, hay distintos templos. Regidos, en unos casos, por pastores de amplia labia, o por caballeros que se denominan a sí mismos ‘’apóstoles´´, para dar la impresión de que son directos herederos de los compañeros de Jesús, quien a pesar de haber fallecido hace más de dos mil años sigue tan vigente como el premier día.
El aumento de nuevas confesiones –muchas de las cuales pueden catalogarse de ‘’iglesias de garaje’’- debe tener alguna explicación. Pues, por lo menos en mi caso, a pesar de que no soy persona que se la pasa metido debajo de las sotanas, no he tenido el deseo de cambiar de bando, como si lo han tenido muchos de los que usufructuaron el partido liberal, le sacaron ministerios y embajadas, y se pasaron, a veces con todo y sus seguidores, a nuevas colectividades que no tengo ni idea que ofrecen políticamente. Salvo unos cuantos puestos en la congestionada nómina, en la que, se dice, sólo caben uribistas de primera y segunda generación y unos cuantos personajes en trance de dar, como ya lo hizo el ilustre ministro de defensa, una voltereta que los saque del desempleo.
¿Qué ofrecen las nuevas iglesias? No son puestos, sino la novedad de asistir a ceremonias ruidosas en las que se entonan himnos y se lee la Biblia, además de recibir ‘’sanaciones’’ a sus males. Que pueden ir desde una simple gripa hasta un cáncer terminal. Debidamente adiestrados, actores aficionados botan las muletas, pegan gritos de alegría y se suman al espectáculo en que se han convertido, gracias a los pastores, todas las ceremonias religiosas.
Algo más deben tener esas nuevas iglesias. Sus seguidores dicen que sufren transformaciones que los sacan del vicio, del odio, de los errores, del mal, y los llevan a una nueva vida. Y a veces es verdad. Muchos que eran casos perdidos, alcohólicos, drogadictos, ladrones, se han pasado a las filas de los honrados y hoy no son capaces de robarse un centavo.
¿Entonces, será esta la solución para los problemas nacionales, en especial la corrupción, que nos tiene asombrados a todos?
Según encuesta realizada por una de las tantas empresas que de cuando en vez nos apabullan con cifras crecientes sobre la popularidad presidencial, el principal problema de la Iglesia Católica es su falta de credibilidad (27.6%), seguido por su jerarquía (el Papa, cardenales, obispos y sacerdotes) -19 por ciento- y por sus posiciones en contra del aborto y la unión entre homosexuales (18.9 por ciento) . Yo agregaría que también ha incidido un tema que parece secundario pero es importante: el matrimonio de los sacerdotes y talvez la ordenación sacerdotal de mujeres.
¿Y por qué no decirlo: la intromisión en la política partidista, en especial contra los partidos de orientación liberal y laica..Vale la pena repetir algo que he contado en otras oportunidades: en mi niñez escuché a cura sectario, en pueblo cercano a Bogotá, decir desde el pulpito que ‘’matar liberales no es pecado’’. Esa frase sacó corriendo de la iglesia a todos los liberales que allí estaban y los llevó a la más cercana iglesia cristiana (como se les dice hoy a los protestantes).
A pesar de la falta de fe, en la actualidad, en Colombia hay 8.600 sacerdotes, 90 obispos, 3 cardenales, 14.860 religiosas, 89 seminarios y 5.552 parroquias, entre ellas 90 que se han abierto ultimamente en Bogotá. Sus fieles son la inmensa mayoría. Pero las disidencias no se han quedado dormidas.
LA OPINION, DOS, ABRIL 14-07
Según el diario El Tiempo, los evangélicos tienen 5.000 iglesias, 7.000 pastores, unos 5 millones de fieles, en tanto que los presbiterianos tienen 38 ministros, entre ellos 5 mujeres, 53 templos, 6 colegios y una universidad. Los musulmanes son menos:14 templos y 3 colegios, en tanto que los judíos cuentan con 8 sinagogas y los adventistas dicen tener 1.000 templos, 236 pastores, una universidad y 12 colegios.
Otras confesiones proliferan. Hay hasta una iglesia, dirigida por el periodista huilense Darío Silva, que se hizo famoso por su defensa del gobierno del presidente Julio César Turbay, hasta el punto de que su espacio fue bautizado ‘’Lambicolor’’, para ridiculizar así su gobiernismo. Muchos actuales han podido heredar el nombre, aunque la presencia en el gobierno de dos accionistas del mayor periódico impide las críticas y los ataques. Sólo se permiten las encuestas favorables, los elogios y los apoyos incondicionales.
La proliferación de iglesias ha sido ocasionada por la libertad religiosa establecida por la Constitución de 1991, según la cual cualquier persona puede fundar un culto y legalizarlo ante el ministerio del interior. Por esa razón están legalizadas 769 iglesias y hay otras 2.000 en cola. Como Colombia es el reino de la informalidad, el contrabando y la ilegalidad, unas 3.000 iglesias operan cual vendedores ambulantes. En este caso de ilusiones y promesas. Esa es la razón para que haya templos en garajes de todos los barrios populares y de clase media. Basta aprenderse unos pasajes de la Biblia, comprar unas bancas (no se necesitan imágenes) y listo. A recitar los Evangelios y cobrar limosnas y diezmos. El sacerdote de mi barrio, que desea construir una capilla, cuenta que una antigua feligrés, que dejaba limosnas de cien pesos, pagó varios millones para ser recibida en una de las tantas congregaciones carismáticas. Y entrega mensualmente, con puntualidad religiosa, el diez por ciento de sus ingresos al pastor. Uno de los cuales, que fracasó en su intento de ser parlamentario, tiene inmensa sede de una manzana en el centro de Bogotá.
Las iglesias, hay que decirlo, son plataforma para hacer política y dinero. Una de ellas celebra todos los sábados acto multitudinario en el Coliseo Cubierto de la capital. Su apóstol es senadora y tiene en sus filas varios concejales. Otra la dirige exembajadora en Brasil.
Como todo lo que ocurre aquí: aprobada la ley, establecida la trampa. Eso pasa con las iglesias, muchas de las cuales se vuelven multimillonarias con la promesa de llevar al cielo a sus feligreses. Desafortunadamente, como ocurre en política, muchos de estos grupos son una mentira disfrazada con supuestos milagros. Y un peligro público. La Iglesia Católica tiene que pellizcarse. Mientras tanto, que Dios nos tenga de su mano. GPT
P.D. A mis lectores les pido inmenso favor: una plegaria por la salud de mi esposa, Mariella Rosero, mi compañera durante 47 años, quien sufre graves quebrantos de salud. Mil gracias.

Reseña II:

Guillermo Pérez es un escritor que trabaja en el diario la Opinión, en el cual se desempeña como columnista. En este articulo trata el tema de las nuevas iglesias que proliferan en nuestro país.

El texto muestra muy poca justificación a los planteamientos que propone, afirma situaciones basándose en unos pocos casos, es decir, generaliza a partir de las situaciones particulares.

En este artículo el autor propone que la razón por la cual la iglesia ha perdido fieles es porque han aparecido innumerables cultos cristianos que con una gran capacidad de convencimiento han apartado a cientos de fieles católicos del seno de la iglesia católica romana.

Aunque en muchas ocasiones resulte cierto lo mencionado por el autor, no es una regla que esto se cumpla, ya que a partir de unos casos particulares no se puede demostrar en sí una situación y llegar a generalizar. Además no es convincente en su manera de argumentar, es muy superficial al momento de justificar, no resulta ser un buen columnista.

En el articulo se muestra que la superioridad de la iglesia como máxima institución religiosa en el país va disminuyendo, ya que ha perdido casi 5 millones de fieles en los últimos años; además propone que el estado es el mayor culpable frente al problema, ya que es este quien deja que esta proliferación de nuevos cultos se permita y que estos sigan funcionando como cierto tipo de local informal que tienen como fin el enriquecimiento a partir de la inocencia de los fieles quienes dan su plata para recibir la salvación de un “pastor político”.

En sí el artículo es incompleto y poco convincente, al tratar un tema tan superficialmente y al dar tan pocas razones no transmite un mensaje preciso para hacer pensar a la gente y dejar una reflexión en quienes lo lean.

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